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Raíces que llenan de vida.

–Para crecer alto sin doblarte, debes tener buenas raíces –había escuchado desde niña.

Ella sabía de qué pueblo provenía. Ella respetaba a su familia.

Se había asentado buscando la estabilidad en los grandes pilares que la sociedad dicta.

Sin embargo, caminó su vida creciendo interiormente apenas unos palmos,

sintiéndose por siempre pequeña.

Sin entender qué sucedía, miró su suelo y pudo ver sus raíces en la tierra sin nutrientes de una relación marchita.

Raíces sin oxígeno de la auto exigencia y el perfeccionismo.

Raíces podridas en tierra anegada de secretos familiares y heridas de sus ancestros.

–Tú eres semilla con piernas. Vuela con la brisa, experimenta. Busca tierra buena donde posarte –le susurraron las flores aquella primavera.

–Las raíces no tienen porqué ser de sangre, ni lazos de pertenencia a un trabajo, a una persona o un lugar de tu pasado –le dijeron los árboles–. Elige a qué deseas enraizarte, porque la función de tus raíces es llenarte de vida.

Ella decidió desarraigarse de lo antiguo, para buscar nueva tierra fértil que le ayudase a crecer.

No fue sencillo, pero nunca hubo camino que colmase su corazón de esta manera.

Los años le enseñaron que las viejas raíces no desaparecen con el cuchillo de la ira o el resentimiento, sino que siguen estorbando e impidiendo crecer hasta que se trascienden en amor y comprensión.

Un día encontró un hermoso lugar que sintió como suyo.

Sus raíces comenzaron a brotar, de colores esta vez.

Conoció seres que enriquecían su suelo y su cielo.

En una ocasión, oí que le preguntaban dónde estaban sus raíces.

–Yo Soy semilla con piernas. Mis raíces estarán siempre donde mi corazón sonría –fue su respuesta.

Myriam Aram

Que tu corazón siempre sonría.

© Copyright de los textos: Myriam Aram

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