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La Niña, el Fantasma y el Miedo


El fantasma fue a buscar a la niña al anochecer. Llevaba puesta una sábana vieja donde proyectaba demonios siniestros y criaturas sin paz. La niña le miró desde la cama paralizada, con los ojos totalmente desencajados. Temblando bajo la colcha, le imploró una y otra vez que se marchara, pero el fantasma le acercó su aliento de hielo y se rió de su temor.

Tras unos instantes de inmóvil agonía, la niña reaccionó. Saltó de su cama llena de rabia y agarró su espada de pirata amenazándole con aplastar su asquerosa cara… Sin embargo, aquello hizo disfrutar mucho más al fantasma, que llenó el ambiente de risas y sombras espeluznantes.

La niña soltó la espada con horror. Corrió a despertar a sus padres que le aseguraron que solo se trataba de un mal sueño antes de acompañarla de nuevo a su cuarto. Acurrucada, imploró ayuda a los ángeles, aunque en el fondo temía que no fueran capaces de combatir al fantasma. Lloró impotente tiritando durante horas hasta que por fin se durmió exhausta.

A la noche siguiente el fantasma regresó. Ella notó que su piel se erizaba al notar la lúgubre presencia. Iba a gritar para llamar a sus padres cuando, de golpe, se dio cuenta de algo muy importante: el día anterior no le había sucedido nada malo. Era cierto que el fantasma había permanecido en la habitación riéndose de ella y deseando asustarla… «Pero si no me ha hecho ningún daño –se dijo–, es porque realmente no tiene poder para hacerlo».

La niña suspiró aliviada recuperando la serenidad.

Por supuesto, al fantasma no le gustó una pizca este cambio de actitud. Volvió a agitar su sábana amenazadoramente mientras flotaba por la habitación. La niña, que ya se sentía un poco como una de esas heroínas de las películas, le habló con sinceridad agradeciéndole su visita. Le explicó ilusionada que haberle conocido le había convertido en una niña más valiente, y que no podía esperar a que llegase el día para contárselo a sus amigos.

El fantasma no se quedó a escuchar su explicación. Desapareció lentamente con gesto de asco.

A pesar de todo, volvió a la habitación al caer la noche siguiente. Enfurecido como nunca, proyectó sobre él los más perversos horrores.

Esta vez la niña le observó detenidamente sin inquietarse. «Debe sentirse realmente mal para dedicarse a perseguir a las personas». Este pensamiento despertó en ella una pena profunda hacia el pobre espectro y su afán por asustarla. Su compasión fue tan sincera que se sobresaltó al notar un fulgor luminoso en su pecho, fuerte y radiante.

Sorprendida y curiosa, se preguntó si existiría también alguna Luz dentro del fantasma. Entrecerró los ojos e intentó percibir alguna una chispa, aunque fuera minúscula, camuflada entre las sombras proyectadas.

Al hacerlo el fantasma se esfumó de golpe y jamás volvió a regresar.

Se había visto sin la sábana, y le había dado mucho miedo.

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Dentro de los Seres de menor luz, sigue existiendo Luz.

Pertenecen a la Creación, son parte del Todo, como tú y como yo.

No tengas miedo, ten Amor.

Aceptación, Confianza, Compasión… y la vibración que emitirás no permitirá que se acerque nada inferior a ese Amor.

Y ya que estamos… ¿porqué no tratar de la misma forma a nuestros “fantasmas” cotidianos? A esos retos de la vida que tanto nos asustan, esos que encarnan nuestros mayores miedos.

Ver la luz, los regalos, que poseen en su interior, y darles la bienvenida con el mismo Amor, Confianza, Aceptación… ¿No los empezaríamos a percibir de manera muy diferente? ;)

Un abrazo bien fuerte,

Myriam Aram

© Copyright de los textos: Myriam Aram

Ilustración: Claudia Tremblay - http://claudiatremblay.blogspot.com.es

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