Susurro en tu oído, mi hermana, la HISTORIA DE NUESTRA ARBOLEDA DE MUJERES.
Te acuerdas, hace muchos años, muchas vidas… en la era oscura. Vivíamos en cabañas en la linde del camino, del arroyo, del bosque. La magia estaba prohibida y quemaban a mujeres y hombres inocentes para acabar con ella.
Recuerdas cuando nos prestábamos notas, hierbas, remedios, espejos y velas… escondidos entre trapos de tela, en fajos de trigo, en sacos de alubias, en sartenes y ollas... La energía mística, los sueños, el lenguaje de las plantas, los animales y el bosque latían en nuestro cuerpo.
Y al llegar la noche de Luna LLena, desde el amparo de nuestra casa, cerrábamos los ojos para reunirnos con las demás en el bosque, en el Espíritu de la Arboleda.
Tú te presentabas como Roble cuando necesitabas su fuerza. Como Avellano para recibir su conocimiento.
Como Almendro en flor celebrando la belleza de tu alma. Yo era Manzano que daba frutos rojos. Espino Blanco buscando nuestra protección. Y ellas eran Fresnos, Olivos, Tejos, Castaños, Encinas o Saucos, en ese círculo místico donde juntábamos nuestras raíces quedando fortalecidas. Así era, bajo la Luna Llena, unas con otras en espíritu reunidas.
Hermana, yo me pregunto… ¿aún late en ti la fuerza de nuestra arboleda?
