Ella había sido Niña Invisible en su familia. Ella no se veía. Él la vio por vez primera y la reconoció a lo lejos. Fue canción de regreso al mirarse a los ojos, fue un espejo.
Él arrastraba profundas heridas. Ella construyó un nido cálido donde poder nutrirse y descansar el alma.
Ella temblaba de inseguridad ante la vida. Él le mostró cómo caminar sobre cualquier suelo con la red de la confianza en sí misma.
Él se perdía a veces en sus tormentas. Ella le dejaba navegar las olas, siendo siempre faro para él, Estrella Polar, mensaje en la botella.
No se engancharon el uno al otro como a un bote salvavidas.
Aprendieron a crecer juntos, a extender sus propias alas y a resplandecer amando el brillo del otro.